Seguro que en algún momento has escuchado aquello que dice que ponerle música clásica a un bebé durante su gestación permite que se desarrollen muchas capacidades artísticas. Hasta ahí podemos estar todos más o menos de acuerdo. Pero la realidad es que sí que existen estudios que contrastan que, por lo menos, de esta manera se puede condicionar el gusto de la personal potencial en sus años de vida. Sin embargo, seguro que nadie te ha dicho nunca que la elección de la banda sonora con la que se fermenta el queso también afecta a su sabor. ¿Cómo te quedas?
La historia de un queso y una pregunta
Esta fue la cuestión que una mañana se formuló un quesero suizo. Pudo ser cualquier otra. Pero no. Se trató de una relacionada con la manera en al que la música. Concretamente, cómo afecta al desarrollo del sabor de un queso. Una pregunta, cuando menos, sorprendente.
Él estaba convencido de que el hecho de que el queso escuchara (por decir algo) diferentes melodías afectaría de una manera u otra en el sabor final del alimento. Su hipótesis estaba sobre la mesa. Y, como los grandes científicos, trabajó. Él sabía que ellos nunca se conforman sin una respuesta, se lanzó directamente a la aventura. Así que ideó el siguiente modus operandi.
Preparó todos los quesos con formas semejantes. Eran completamente redondos. Estos se guardaban en cajas. Debajo de cada una de ellas habría un altavoz, teniendo cada cual una selección melódica completamente diferente. El resto del tratamiento sería semejante en todos los casos y la única distinción ejercida se aplicaría sobre la banda sonora de turno.
De esta manera, los estilos musicales variaron más que la decisión de un niño en un buffet libre por primera vez. Por algunos de ellos se interpretaban canciones épica de Led Zeppelin, mientras que en otras se abría paso la historia de Mozart y la Flauta Mágica, entre otros muchos resultados diferentes.
¿Cuáles fueron los resultados del experimento?
La conclusión a la que este quesero llegó es que sí que tuvo impacto la música en el sabor. Sin embargo, no se quedó en la fantasía de que la música alteraba el resultado sin más, sino que quiso darle una explicación mucho más certera. Sus respuestas fueron que las melodías causaban un impacto de alguna manera en las bacterias del lácteo y que estas eran las que, a la postre, afectan al resultado.