El efecto de la globalización hizo que Halloween cruzara a nado las aguas heladas del Atlántico. Una festividad anglosajona que, impulsada por la influencia descomunal de la cultura estadounidense, se estrelló con fuerza contra los acantilados españoles. Los primeros que atisbaron el acercamiento de esa celebración no la dejaron zozobrar en la costa, sino que le tendieron la mano para que así pudiera escalar las rocas. Con el paso del tiempo, un festejo procedente del otro lado del planeta ha conseguido medrar en esta tierra hasta arraigar en sus tradiciones. Y no parece que tenga intención de esfumarse. Pero los personajes y cuentos que Halloween rescata del pozo del terror, aquellos que extraemos de un cofre abandonado sin quitar sus telarañas, siempre han existido en España. Bueno, puede que la palabra “existir”, en este contexto, cree cierta confusión. ¿Nunca le has dado una oportunidad al espacio televisivo que presenta Iker Jiménez? Cuarto Milenio ha dedicado innumerables programas al fenómeno paranormal, en especial el que se esconde en algunas casas. Y aunque no todos los inmuebles que hoy traemos aquí han aparecido en la caja tonta, queremos que conozcas lo que se oculta en algunas moradas diseminadas por estos parajes.
Bienvenidos a la nave del misterio de Globaliza.
1. El Cortijo Jurado (Campanillas, Málaga)
Dicen que el Cortijo Jurado es la casa encantada más archiconocida de España. Dicen que una frágil neblina se extiende como una alfombra por el campo que la rodea. Dicen que los gritos que todavía se escuchan hacen vibrar sus paredes ruinosas, que siluetas desconocidas se asoman por el hueco de sus ventanas. Las psicofonías que un reputado grupo de parapsicólogos realizó en los noventa mantienen a raya a los peregrinos que la visitan. Prefieren tomar distancia para contemplar una vivienda relacionada con lo peor de lo peor: cadáveres en la orilla de un río cercano, fusilamientos durante la Guerra Civil, salas de torturas que quitan el hipo… Una joya. La antigua propiedad neogótica de las familias Heredia y Larios sigue provocando escalofríos, y no es para menos.
2. Palacio de los Amézaga (Güeñes, Vizcaya)
Los lamentos de una mujer son los que reverberan entre los muros del Palacio de las brujas, el otro apelativo que también recibe una fortaleza sobre la que planea una maldición heredada de generación en generación. Baltasar de Amézaga fue quien ordenó construir esta obra ambiciosa con el ánimo de disuadir al monarca Felipe V, quien dijo que no había en Güeñes un hogar apropiado que pudiera alojarlo. El amigo Baltasar jamás pudo concluir su creación, pues la muerte lo halló antes de hora. Fue su hermano quien asumió el relevo para correr la misma suerte. Y por mucho que cueste creer, toda la descendencia de ese linaje que quiso finalizar el edificio acabó pereciendo sin cumplir su propósito. ¿El resultado? Un palacete inconcluso que pone los pelos de punta.
3. Preventorio de Aigües de Busot (Alicante)
Lo que en principio fue un hotel de lujo después se convertiría en un preventorio. La de vueltas que da la vida, ¿verdad? Un edificio concebido para saciar las apetencias de la clase pudiente acaba por satisfacer las necesidades más básicas, aquellas relacionadas con la salud. Erradicar la propagación de la tuberculosis y paliar sus efectos entre la población infantil. Esa era la misión que debía desempeñar un hospital que, cuando ya la dolencia dejó de ser una amenaza, renunció a su duro cometido. ¿Y qué quedó de todo aquello? Pues una edificación de paredes agrietadas abandonada a su suerte. Algunos testimonios que ingresaron en el preventorio atestiguaron el trato vejatorio del que fueron víctima de niños. Y seguro que algo de todo eso conoce la Dama Blanca, una figura ataviada con una bata que vaga por esos pasillos. ¿Tal vez un alma perdida? Preferimos no saberlo, gracias.
4. La casa del miedo (Guía, Gran Canaria)
Un nombre simple pero no por ello despojado de significado. La historia que aguarda agazapada bajo la techumbre de esta casa nos eriza la piel, nos entrecorta la respiración. En definitiva, que nos llevaríamos la mano al pecho si la tuviéramos enfrente. A pesar de sus estrechas dimensiones (desde cuándo una casa debe ser grande para que nos entre el canguelo), esta casucha una vez cobijó a un matrimonio que, habiendo practicado la mendacidad durante años, se dedicó a robar a sus vecinos a manos llenas. Tras haber juntado un monto considerable a costa de los demás, el resto del pueblo los sometió a un castigo ejemplar. Acudieron los vecinos de noche a la vivienda donde se arrejuntaba la pareja y, después de masacrar a sus gallinas, decidieron asesinar a los cónyuges. ¿Y bien? ¿Dónde están tus agallas?
5. Masía Ca’n Busquets (Sils, Girona)
Se ve que el señor Rafael Baster y Llagostera era un hombre que no andaba corto de dinero. Tanta fortuna era la que contaba en su haber que construyó, a finales del siglo XIX, una preciosa villa modernista. Un inmueble suntuoso que constaba de capilla, casa de servicio y escuela infantil. ¿Que cómo pudo torcerse el destino de un proyecto tan hermoso? Las explicaciones son varias, y todas ellas están salpicadas de pasajes macabros donde la muerte ocupa un lugar preeminente: tiroteos entre la facción republicana y la franquista, matanzas por la disputa de una herencia, un drogadicto encontrado sin vida en una chimenea, una joven ahorcada en un árbol… Los ingredientes indispensables para las psicofonías más espeluznantes. Y si encima pasas en moto por delante de esta finca tomada por la maleza, ve con cuidado. Te costará arrancarla.
¿Qué podemos decirte? ¿Feliz Halloween?